viernes, 17 de abril de 2009

Soliloquios para un loco (Cuento)

Si supiera que te veo, casi como un reflejo imperfecto de la realidad, que se me presenta casi a diario, con la vida en mis manos, ruego un ritual de apoyo a las víctimas de mi ostracismo cuasi perfecto, que la putrefacción de los sueños no nos impida ver la sola vida misma, que si de chicos nos importaba algo insignificante como disfrutar, el ojo pervertido del observador que nombra lo que quiero, lo que hago, lo juzga desde su propia conciencia, sus temores y anhelos de poder expresar y sentirse subyugado, sometido, desgarrado del placer prohibido a su casta.
Que la mística mortal, tantas veces, del deseo no se aparte de nuestros flácidos espíritus y el morbo de nuestros cuerpos corrompidos por la fraternidad de la carne, el hierro.
Solo el entendimiento del cuero sobre la piel, la viscosidad de la sangre brotando de las ideas y posándose sobre la lengua de algún mal intencionado, la eyaculación verborragia de las ideas por intermedio de cualquier cuerpo y a un solo fin, corresponde al infierno juzgarnos por nuestros miedos abyectos, desde la cúpula de las ideas retrogradas de los que se plantan por encima de la escala moral de las piedras, y con ellas te infringen estallidos sobre tu uñas, para poder influenciar y socavar la virtualidad de los sentires.
Si el martillo quemo los pastizales de mi pelo y la hoz subsana al edecán del próximo edén que prioriza la fraternidad mestiza prohibida.
La electricidad de los sentidos adormecidos por la deuda flagrante de la siesta diaria de la mente, proyectada al bien siente exultante la facilidad de la intención de la obscuridad reinante en ti.
La mano pendenciera que atraviesa el hueso facial de la expresión de dolor espiritual, no rompe la vida, la sintetiza en un alarido del vientre expandido por la fertilidad inocua del mal, que presencia el alumbramiento del celo mortal carnívoro de la opulencia de las realidades alternas.
Si pudiera saltar hasta el cielo caería en lo más profundo del infierno de la mente humana racionalizada y sincronizada a la virtualidad de la red.
Beber el néctar agrio de la opulencia pisoteando al sabroso de la anarquía de los sentidos, en variación a la indigencia espiritual del corazón desarmado de sentires pobres con respecto a uno mismo, más allá de uno mismo, por uno mismo.
El albedrio del sepulturero que ve crecer las flores por la raíz, impregnada de deseos incoloros de mentes sistematizadas por la creencia del Valhalla.
Querubines imperfectos que improcedentes ofrecen a los labios carnosos de estatuas etílicas, misiones espeluznantes de litigios imberbes de corazones vilipendiados de realidad.
Siento espacios de desconfianza estática ante palabras expresadas con tu garganta hiriente volcán de lava negra como tu espiritualidad comprada por la tv.
La fluorescencia del dolor póstumo en mi cuerpo me eriza el conocimiento del desvió en la ruta cronológica de la vida.
Que la máquina trituradora de pies que te impulsa no llega con los sesos al rió, no se desprende de tu cuerpo con rictus mortis la caricia con papel secante de vida que nos deja en el corazón. Solo veo por la inconsciencia de la retina culpable la verdadera suciedad que se presenta ante el observador carente de sentido, la estética de la maceración ideológica me hace gritar con lengua de cristal, a los cuatro jinetes desmontados, sobre poniéndome a la malintencionada masculinidad absorbente y desprendiéndose del viento: “mama te quiero mucho, gracias por todo”.

1 comentario:

  1. Subrealista, metonímico, la palabra se regodea en su pronunciación más allá del sentido... ¿has descubierto alguna zona nuevo en tu faceta de escritor, acaso??? bienvenido al onanismo del lenguaje.

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