lunes, 1 de febrero de 2010

El Siestero (cuento)


Este cuento de mi autoria, participa y es publicado en el libro "Cuentos Como Pájaros" de editorial Dunken. proximamente.

El Siestero.
Me acomodé un poco el pelo, no me gusta andar por ahí despeinado, me subí los pantalones de gimnasia, me puse una camiseta blanca para ir a hacer ejercicios.
Tengo unas pocas horas para hacer mis ejercicios diarios, si no los aprovecho no hago más nada, mi vida últimamente no está siendo muy agitada.
Me incorporo sobre la cama, una a una me pongo las zapatillas, las ato cuidadosamente como para que no se me desaten mientras hago mi rutina.
Siempre empiezo con pesas y después jugamos un picadito en la cancha de afuera, muchas veces casi nos deshidratamos porque a esta hora el sol es muy fuerte, pero son los únicos momentos de libertad que tengo para hacer lo que quiera y como quiera.
Me puse la camperita para hacer ejercicios, ya listo, salí con la mirada primero en el balcón que da contra la puerta de mi pieza, llegué, abrí la puerta y vi la luz en el final del pasillo.
Sabía que pasaba por el cuarto prohibido desde hacía unos días, cuando nos peleamos, casi siempre nos peleamos por tonteras, ésta no había sido la excepción a nuestra regla.
No quería mirar para adentro, me acercaba cada paso más, la luz apagada de la misma le daba una tonalidad hasta lúgubre a la situación.
Estaba a punto de terminar de pasarla cuando siento que agarran mi brazo y muy bruscamente me meten en la pieza. Siento que me abrazan y me dicen al oído, perdóname mi amor, vos sabes cómo soy, los celos me matan.
Sentí sus labios sobre los míos, su olor impregnaba todo mi sentido del olfato, mi ojos cerrados imaginaban todo su rostro besándome, su lengua intrépida se escabullía entre mis dientes hasta encontrarse con la mía. Se entrelazaban en un beso intenso y dulce a la vez.
La reconciliación es uno de los placeres más lindos de la relación.
Sus manos recorrían mi cuerpo, sedientas de mi piel, me acariciaban como se hace con la porcelana china, fuerte y delicadamente a la vez.
Me llevó de la mano a la cama, parado enfrente a la misma, comenzó a desvestirme, de a poco, mientras besaba todo mi cuerpo, despacio y me mordía las tetillas, mis suspiros se hacían sentir cada vez más grandes.
Desnudo de pies a cabeza, me recostó sobre la cama, de a poco comenzó a quitarse la ropa.
Su piel reflejaba la escasa luz que dejaban filtrar las cortinas de las ventanas, sus curvas se delineaban de a poco mientras la ropa se desprendía casi siendo arrancada, por sus suaves manos.
Una vez el cuerpo totalmente desnudo, su pelo caía por sus hombros y mi cuerpo reaccionaba al suyo.
Nos besamos muy apasionadamente, mientras nuestros cuerpos se mezclaban, se unían, se fundían. Los orgasmos se dejaron suceder uno a uno. Los siesteros son nuestro fuerte.
La inmensidad de la tarde se perdía en sus piernas, tan efímera como la eternidad entre beso y beso.
Nuestros cuerpos exhaustos, respiraban al unísono, con la diferencia de sonido que puede representar su cabeza recostada en mi pecho.
Pasamos un rato descansando en la cama, no podíamos recuperarnos, nuestras reconciliaciones eran fastuosas, el amor que brotaba de nuestra piel se sentía en el aire, impregnaba la habitación, el pasillo.
De a poco me empecé a incorporar en la cama, buscando mis ropas. Sus manos no me dejaban vestirme con facilidad, me puse la ropa para poder irme a hacer ejercicio. La tarde se me terminaba.
Bese sus labios varias veces, como a modo de despedida. Abrazaba y no me dejaba, me escapé como pude mientras me costaba despegarme.
Salí de la habitación, antes de cruzar la puerta miré para atrás y vi su cuerpo semidesnudo tirado en la cama saludándome, tirándome besos con sus manos.
Recorrí el pasillo hacia la luz, paso a paso desprendía mi cuerpo el aroma al amor, mi cabeza no podía pensar mucho, estaba exhausta como mi cuerpo, pero mis ejercicios los revitalizan, aunque mirando el reloj supe que no podría hacer mucho, igual quiero hacer lo que pueda.
Cuando estoy por salir ya al patio siento que por el alto parlante
- internos del pabellón catorce por favor regresar a sus celdas, la hora de recreo ha terminado-
Apure la marcha, porque si a los del catorce los entraban, me quedaban diez minutos nomas.